Planeta podrido
Por Pablo Redondo.
En su nueva película, el director ruso Aleksei German se inspira en una novela escrita en 1964 por los hermanos Strugatsky,
en quienes ya se fijó su paisano Andrei Tarkovsky al rodar la memorable Stalker (1979). Esta novela de ficción, titulada Qué
difícil es ser Dios, está ambientada en un futuro en el que la raza humana
descubre un planeta habitado por personas cuya sociedad se encuentra sumergida
en un período similar a nuestra propia Edad Media. Pese a que Aleksey German comenzara
a soñar con su propia adaptación cinematográfica de esta obra clave de la
literatura de ficción soviética desde poco después de su publicación, la serie
de obstáculos con los que tuvo que lidiar a lo largo de su carrera, como la barrera impuesta por la censura de un régimen
totalitario, provocaron que el director de obras como Control en los caminos (1971) o Mi
amigo Ivan Lapshin (1986) no abordara su ansiado proyecto hasta que se
iniciara el nuevo siglo. De esta forma, el rodaje de la última obra de German
daría comienzo en otoño de 2000, siguiendo un largo y minucioso proceso de
elaboración que culminaría trece años más tarde con el estreno de esta obra
póstuma en el festival de Roma de 2013, habiendo fallecido su director nueve
meses antes.
Qué difícil es ser un dios comienza con una voz en off que sumerge al espectador en
Arkanar, un cochambroso planeta retratado en blanco y negro en el que se verá
atrapado durante las casi tres horas de metraje. Es en este ambiente
esperpéntico, en el que predomina la mugre y los hedores nauseabundos (recreando
un universo repulsivo), donde aparece Don Rumata, un científico social enviado
desde la Tierra para estudiar como mero observador a esta sociedad en
decadencia. Desde su privilegiada posición en la corte de Arkanar, y considerado
por muchos como un dios (a causa de las hazañas que de él se cuentan gracias a
sus habilidades y conocimientos adquiridos en una sociedad más desarrollada), el
protagonista observará los mecanismos de represión que sacuden a esta
civilización, dominada por un régimen totalitario obstinado en acabar con todo
vestigio de cultura que pueda amenazar su dominio sobre un miserable pueblo analfabeto
vapuleado por la ignorancia. Sin embargo, Don Rumata, obligado a aferrarse a su
condición de observador, debe abstenerse de influir en el curso de los
acontecimientos, dejando entrever lo que puede interpretarse como una alegoría
del suplicio que vive el intelectual que observa impotente las fechorías del
totalitarismo. Consigue German con unos ocasionales primeros planos de los repelentes rostros de las gentes de Arkanar (y de genitales de animal), unas escenas con recargados interiores en las que la cámara sortea un sinfín de bártulos y muchedumbre y un no cesar de flatulencias, heces y todo tipo de repugnantes fluidos, retenernos en un desapacible planeta del que desde el primer momento sentiremos un profundo deseo de huir. No obstante, esta magnífica obra logra que todo aquél que, tras hacer de tripas corazón, resista hasta el final, se sienta gratamente recompensado.
Rusia, 2013. T.O.: Trydno byt bogom. Director: Aleksey German. Guión: Aleksey German, Svetlana Karmalita. Fotografía: Vladimir Ilin, Yuri Klimenko. Reparto: Leonid Yarmolnik, Aleksandr Ilyin Jr., Yuriy Tsurilo, Yevgeni Gerchakov, Aleksandr Chutko, Oleg Botin, Dmitri Vladimirov, Laura Lauri, Pyotr Merkuryev. Productora: Sever Studio / Lenfilm Studio. Duración: 177 minnutos. Género: Ciencia ficción.
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