lunes, 13 de abril de 2015

Harry el Sucio



Los viejos rockeros nunca mueren
Por Federico Gadea.


Harry el Sucio. Éste film es tomado en no pocas ocasiones como el punto de arranque hegemónico de lo que será una figura titánica dentro de la industria del celuloide, una declaración de las futuras intenciones con sus tintes y matices que marcarán la trayectoria de Eastwood. Y es que con tan sólo pronunciar su apellido nos vienen a la mente cientos de interpretaciones en miles de minutos condensados plásticamente, una especie de constelación donde esos puntos o interpretaciones brillantes no son inconexos, sino que comparten un mismo patrón. Sí, amigos, ya sea con un poncho o en sus últimos papeles en plena senectud, Eastwood es un tipo duro, muy duro.

Como no podía ser menos, Eastwood interpreta a Harry Callahan, un policía recio donde los haya, tanto por su carácter como por sus métodos a la hora de impartir “justicia”, los cuales siempre están al límite de la legalidad, siendo casi más un forajido que un agente de la ley. Es más, dicha condición de antihéroe no hace más que evocar al superhombre de Nietzsche; y no, no nos referimos al hombre de la capa roja y ropa interior por fuera, sino más bien a alguien con unas propias convicciones y normas morales que se apartan a veces de lo políticamente correcto y que prefiere actuar frente a los avatares. Lo importante es siempre la acción. Si tienes un atasco en las tuberías o basura que sacar, Callahan es tu hombre. En Harry el Sucio, el espectador se puede encontrar con todo tipo de tintes y clichés no sólo del cine, sino de la cultura y la sociedad americana por doquier, arquetipos repetidos hasta la saciedad en muchas otras películas de los años 70 hasta la actualidad o incluso series. Merece especial atención no sólo la materia, sino la forma en su tratamiento. Puede ser considerada un hito del cine de acción, concretamente de las policíacas, donde se ha asentado la fórmula de la extraña pareja de detectives tan dispares que acaban complementándose y atrayéndose como polos magnéticos de una batería. En la retina de todos permanece el recuerdo de míticas parejas como en Arma Letal, Tango y Cash, Seven o incluso en series como Corrupción en Miami o la incontestable True Detective.

Pero el film no sólo son tiros y acción, como se puede encontrar en los tan tediosos blockbusters actuales; da un paso más allá, ofrece una lectura interna profunda, ya que muestra una clara preocupación. Don Siegel logra crear una atmósfera en su película la cual pretende ser una crítica profunda, bajo un contexto o momento de crisis, curiosamente son las peores y cuasi horas bajas del cine, atrás queda la vanagloriada época dorada de Hollywood de décadas anteriores, que enlaza con una situación de crisis política y moral de EEUU. Puede que de todas las crisis aquellas en las que el ser humano parece inefablemente condenado a verse horrorizado ante situaciones en las que sus ejes vitales, su sistema de valores y sus puntos de referencia morales son derribados sean las peores. La preocupación es evidente, estéticamente se acerca al espectador un mismo mundo con dos realidades bien distintas, un mismo plano con dos enfoques contradictorios, primando los contrastes. Por un lado lo pulcro, lujoso de los despachos y, por otro, lo oscuro, lo marginal, lo subterráneo. Nos muestra una ciudad plagada de miseria, de corrupción, de delincuencia, de seres nocturnos, maleantes y prostitutas. Muestra de ello es que en una escena el capitán de la policía se está probando un traje impoluto mientras Harry está sudando detrás del asesino, pasando a una reflexión a modo de chascarrillo de por qué le llaman Harry el sucio donde la luz del día tiene la misma importancia que la infinita oscuridad, alegoría de que el Sueño Americano plagado de cafeterías de comida rápida, institutos, estadios de deportes por la noche tiene un uso diametralmente opuesto. Una visión dantesca de la realidad, un personaje que emprende un viaje en el que el fin no es atrapar a un delincuente, sino más bien salvar su alma o lo poco que queda de ella, un descendo ad ínferos, donde cabe destacar una toma que baja por el túnel del metro y al final ve una luz, tratando de salvar a una víctima hasta dar frente a una cruz enorme redentora donde le aguarda el pecado.

Como no puede haber un héroe sin su némesis, o una tesis sin su antítesis, Andrew Robinson interpreta de forma desmedida e inconmensurable a Scorpio, personaje dentro de este rastro mitológico vemos la clara influencia que tuvo en un film bastante posterior como es Zodiac. Dicha interpretación, al alcance de muy pocos, hace que se convierta en el leitmotiv del protagonista: no se entiende a uno sin el otro y parecen claros opuestos, ya que lo único que legitima a uno de ellos es el uso de una placa. Ese delincuente fuera de lo común que anda suelto por la ciudad de San Francisco tan solo puede ser detenido por otro monstruo. Scorpio, ese psicópata, inestable, caótico, una fuerza arrolladora pero que guarda coherencia dentro de ese caos. Dentro de esa impronta que ha dejado el film, si lo analizamos con perspectiva, la relación entre Harry y Scorpio ha llegado a perpetrarse y tener progenie, como si se alargara en el tiempo hasta llegar a la que tienen Batman y el Jocker en la última adaptación del Hombre murciélago de Christopher Nolan, puede que imaginemos a Heath Ledger revisionando el grito perverso de Andrew Robinson para contagiarse de su locura.

En definitiva y parafraseando a otra película de tipos duros, es una película que debería estar en un museo al igual que sus actores, ya que para muchos quedará grabada la imagen de Harry empuñando su magnun del 44 y su ya célebre frase: “Vamos, alégrame el día”.

Estados Unidos, 1971. T.O. Dirty Harry. Director:  Don Siegel. Guión: Harry Julian Fink, R.M. Fink, Dean Reisner. Música: Lalo Schifrin.  Fotografía: Bruce Surtees. Reparto: Clint EastwoodHarry GuardinoReni SantoniJohn VernonAndy RobinsonJohn LarchMae MercerJohn MitchumWoodrow ParfreyJosef Sommer. Productora: Malpaso Company / Warner Bros. Pictures. Duración: 102 minutos. ThrillerAcción | PolicíacoCrimenAsesinos en serie.

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