El oscuro sendero de
la obsesión
Por Pablo J. García.
Cada
Diciembre, a manos del productor ejecutivo Frankin Leonard, se publica
una lista llamada The Black List. Ésta recoge los guiones que más
han gustado al resto de productores y estudios de Hollywood, pero que todavía
no han sido avalados ni acogidos por ningún alma sedienta de dinero para que comience su producción. La iniciativa comenzó en 2004 y desde entonces ha
ayudado a convertir en imagen y sonido a guiones de la talla de Chronicle, The
Imitation Game, Looper, El Discurso del Rey, Prisioneros, Up In the
Air e incluso Malditos Bastardos o Django Unchained. Whiplash se
hizo posible gracias a dicha lista. Tras aparecer en la edición de 2012, el
guión de Damien Chazelle se hizo con los apoyos necesarios para que, desde una
versión reducida del guión original, el propio Chazelle pudiera rodar un
cortometraje que triunfó en Sundance 2013, lo que conformó el interés
definitivo de los estudios en su producción. Un año después, Whiplash estaba
en los Oscars con críticas muy positivas a sus espaldas.
La cinta
relata la historia de un joven batería llamado Andrew Newman y sus estudios en
la escuela de jazz de mayor prestigio del país, abordando especialmente la
relación entre Andrew y su feroz profesor, Terence Fletcher, interpretado por
un J.K Simmons que está de once sobre diez, con una de esas actuaciones que
trasciende el interpretar para convertirse en ser. Excepto secundarios de
importancia eventual, prácticamente los únicos dos personajes de la película
son el alumno y su profesor, que hace a su vez de antagonista narrativo (no
tanto argumental, pues éste es más bien el propio Newman). Bajo un sistema
pedagógico que bien podría tener como aforismo “La letra con sangre entra”, el
vehemente profesor, en posición de dominancia total, adiestra a su
empequeñecido alumno. Mediante intensas lecciones, el joven baterista Andrew
Newman circulará por el mundo de la ambición desmedida, de la obsesión imbuida
por el ego, para intentar lograr el hueco propósito de ser el mejor. Fletcher convierte
rápidamente las ganas de superación de su alumno en una obsesión de tal calado
que se sitúa por encima de cualquier prioridad en su vida. El personaje del
maestro, por tanto, se aleja mucho del reiterado profesor o entrenador afable y
comprensivo (podríamos decir que Terence Fletcher es la antítesis del adorable
Señor Miyagi).
Ese es el
tema principal de Whiplash. No la música, no la batería; la obsesión. Chazelle
ha escogido apropiadamente el mundo de la música para desarrollarlo, pues este
es un mundo doloroso, sobre todo cuando estás aprendiendo. Que se te abran las
manos para poder llegar a los acordes del piano y de la guitarra, o que se te
hagan constantemente heridas, ampollas y cayos en las palmas y los dedos debido al roce de
las cuerdas o de las baquetas, duele. También es algo tenso, se toca en directo y con más gente. Además, es un mundo muy complejo. La música es una de las artes más técnicas que hay y, dado su
carácter global, también tiene muchos aprendices, lo que hace que siempre
exista alguien mejor. Por eso, hablar de la obsesión en la música, o en el
deporte (algo a lo que estamos más acostumbrados a ver), es muy acertado para
hacer un drama así. Si Newman, por ejemplo, hubiese querido ser el mejor
fabricante de papel higiénico, habría salido una comedia.
Whiplash tiene
un ritmo que, paradójicamente, podría adjetivarse como obsesivo, con un sentido
del tempo propio de Dave Weckl. Con una elegante fotografía que combina oscuros
como el negro y el marrón con algunos blancos y amarillos, y unos decorados que
junto a las espléndidas escenas musicales, armonizan y aderezan cada plano, la
cinta te atrapa de principio a fin al igual que la batería atrapa a Newman.
Chazelle escribe y dirige Whiplash con una maestría propia de
John Bohnam, otorgando a cada escena un aura que llega incluso a ser agobiante.
El hecho de que prácticamente sólo haya dos personajes no hace sino que la
sensación de asfixia sea mayor.
Sin embargo, Whiplash tiene carencias. No es “la película de los bateristas”, pues
no retrata bien el instrumento. El sonido pregrabado te hace en ocasiones
salir del filme. Pequeñas milésimas en los golpes, pequeños matices en los
acentos, hacen que todo no sea siempre natural. La película tampoco te enseña
nada de batería. Eso, sumado a la sutil pero abrumadora complejidad de las
partituras de Andrew, hace que el espectador normal no sea consciente de lo
realmente difícil que es lo que interpreta el joven baterista. Tampoco aparece ninguna caja sorda en toda la película ni se aprecia a Newman practicar ningún
rudimento. Los rudimentos son básicos en la batería, pero especialmente en el
jazz, y un batería obsesionado estaría todo el día practicándolos (incluso
aporrearía la mesa con las manos a la hora de comer). Se ve que Andrew está
todo el día con la batería u oyéndola, pero te lo muestra de forma muy limitada.
Lo único que se salva parcialmente es la cuestión del tempo, a pesar de lo
imperdonable de que no aparezca ni un maldito metrónomo en toda la cinta.
No obstante estas debilidades, Whiplash se merece ser denominada (y nominada) como una gran cinta, disfrutable y atrapante de principio a fin, tanto narrativa como musicalmente. El desenlace, tan correcto como auténtico, es de obra maestra. Categoría que raya Whiplash, pero que no consigue alcanzar. Mejor película que película sobre la batería, pero sin duda gran película de música y todavía mejor película sobre la obsesión.
Estados Unidos, 2014. T.O.: Whiplash. Director: Damien Chazelle. Guión: Damien Chazelle. Fotografía: Sharone Meir. Reparto: Miles Teller, K.J. Simmons, Melissa Benoist, Paul Reiser, Austin Stowell, Jayson Blair, Kavita Patil. Productora: Sony Pictures Classics. Blumhouse Productions. Bold Films. Exile Entertainmen. Right of Way Films. Duración: 103 minutos. Género: Drama. Música. Jazz
No obstante estas debilidades, Whiplash se merece ser denominada (y nominada) como una gran cinta, disfrutable y atrapante de principio a fin, tanto narrativa como musicalmente. El desenlace, tan correcto como auténtico, es de obra maestra. Categoría que raya Whiplash, pero que no consigue alcanzar. Mejor película que película sobre la batería, pero sin duda gran película de música y todavía mejor película sobre la obsesión.
Estados Unidos, 2014. T.O.: Whiplash. Director: Damien Chazelle. Guión: Damien Chazelle. Fotografía: Sharone Meir. Reparto: Miles Teller, K.J. Simmons, Melissa Benoist, Paul Reiser, Austin Stowell, Jayson Blair, Kavita Patil. Productora: Sony Pictures Classics. Blumhouse Productions. Bold Films. Exile Entertainmen. Right of Way Films. Duración: 103 minutos. Género: Drama. Música. Jazz
No se le permite casi respirar a Newman (ni a ninguno de nosotros) en Whiplash. Pero en la entrega del Oscar, Simmons salvó la patria cuando al despedirse premio en mano nos recomendó a todos: ""Llamen a su madre y a su padre. Si tienen la suerte de que alguno esté vivo, llámenlos. No le manden un mensaje ni un e-mai!" Llamenlos! Por alguna razón vivo la edición de esta imagen en algún fantasioso epipsis de Whiplash ! jaja!
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