sábado, 30 de mayo de 2015

A cambio de nada



Lo quiero ahora, lo quiero ya
Por Alba Varón


El barrio, ese lugar al que muchos de nosotros añoraremos cuando nos vayamos de él (o no), los amigos de la infancia (la Laura, la Miriam, la Jessy y el Juan...), los mayores a los que te apegas en la adolescencia (algunos profesores que nos han dado clase en la E.S.O, módulos o Bachillerato) y esos seres a los que llamas “padres” pero que no te inspiran ninguna confianza (mamá y papá y demás extraños). En este blog ya nos han enamorado ciertos personajes como Marieme, la protagonista de Girlhood de la directora francesa Céline Sciamma y el magnífico rubiales de Mommy de nuestro admiradísimo Xavier Dolan. A cambio de nada del director Daniel Guzmán, ganadora de dos Biznagas de Oro en el Festival de Málaga, nos presenta a Darío, un chaval que desea huir de todos y de todo, y formar parte de un futuro ilusorio lleno de incertidumbres. Sí, aquí tenemos de nuevo una genial radiografía de lo que es ser y encontrarse en plena adolescencia, etapa en la que todo vale y nada parece cercano.

La vida de Darío se divide entre Luismi, su único amigo del alma, “Caralimpia”, el dueño de un taller de barrio en el que trabaja el protagonista y Antonia, una anciana que es más fiestera que yo a mis veintidós años. La película deambula entre la risa y el llanto, con escenas sobrecogedoras protagonizadas por Antonia y otras en las que te ríes a más no poder con Darío y Luismi. Hay ciertos momentos en los que los diálogos entre estos dos jóvenes son magistrales, de hecho, más de uno debería aprender a hablar con esta naturalidad y dejarse de tantas pedanterías. 

La película desprende honestidad por todos los costados y en todo momento se ve la humildad con la que está grabada cada toma. No peca de pretenciosa como le ocurrió a Los niños salvajes de Patricia Ferreira y el argumento te mantiene atento durante los 93 minutos de dura la película. Guzmán sabe como tocarle la vena sensible al espectador sin llegar en ningún momento a rozar la cursilería. La inclusión del personaje de Antonia (la propia abuela de Guzmán) es la voz de la resignación y la nostalgia, mientras que la adorabilidad se presenta en dosis muy altas con Luismi (sobre todo en las ocasiones en las que me lleva unas pintas cuestionables) y con Darío (estupendísimo Miguel Herrán, todo un descubrimiento).

Las apariencias engañan y una vez más nos encontramos ante un personaje vandálico, destrozado tras la separación y continuas broncas de sus padres, usado como una marioneta por aquellos que lo quieren a su lado para beneficiarse de su inocencia. Lo que no quita que a lo largo de la película lleve a cabo acciones dignas de quitarse el sombrero y merecedoras de aplauso; de hecho, en la sala del cine tenía a mi lado a un postadolescente (alrededor de los treinta) al que se le saltaban las lágrimas cada vez que el jovencito delincuente hacía algo bueno. Y aunque es verdad que quizá en algún momento la película roce el tópico con lo de las escenas del “primer amor” (se ve que esto nunca falla), merece la pena estar atento a lo que va hacer el muchacho después de cada desgracia.


Darío es la muestra de que ya en la adolescencia vas aceptando tus propios errores y te vas construyendo como persona. Guzmán saca a la luz el tema de la aceptación de tus propias decisiones y cómo ello te condiciona al ayudarte a madurar, sea en la etapa que sea. Para ello se apoya en la nunca repetitiva imagen del niño de barrio al que le encanta pasar las tardes haciendo chorradas con sus colegas, robando en el “Corte Inglés” unas camisas para asistir a una fiesta de pijos y gastando las horas muertas mirando una grieta en la pared. Porque, en realidad, en la adolescencia el tiempo no pasa tan rápido y todo parece que vale aunque todo se sepa que cueste.

lunes, 11 de mayo de 2015

Girlhood


Shine bright like a diamond

AVISO: SPOILERS

Por Fco. Javier López

Céline Sciamma apuntaba que el detonante que le llevó a trabajar en una película que abordara la realidad afroamericana en Francia fue, valga la redundancia, la propia contemplación de esa realidad. La directora francesa, muy interesada en tratar temas universales en situaciones excepcionales (ejemplo de ello es su anterior película, Tomboy (2011)), decide hacer un retrato imparcial de la adolescencia desde una perspectiva sociológica, tomando una situación vigente para construir una diégesis que actúa como reflejo de una realidad social y personal.

La primera parte de 'Girlhood' conjuga a la perfección sus dos aspiraciones. Nos habla del sentimiento de pertenencia, de la pérdida de oportunidades y de la búsqueda -y transgresión- de los límites. Sciamma nos presenta una película que marca sin vaselina los puntos de giro con una intención muy clara: describir el punto y aparte de las etapas de la protagonista. La banda sonora hace acto de presencia tras terminar los pulsos fundamentales de la vida de Marieme (Karidja Touré), la pantalla se queda en total oscuridad y vuelve a la luz con la certeza de que ha empezado algo nuevo. Este mecanismo narrativo encaja como un guante con la película, que juega a hacernos sentir y ponernos en los ojos del personaje principal. La asunción de estas reglas hace que la cinta tenga una unidad muy poderosa: transcribe la intensidad y la idiosincrasia del fantástico grupo protagonista en un tratamiento narrativo y estético que se aleja de la crudeza realista de este tipo de dramas sociales, alcanzando su clímax en la escena de la habitación del hotel al ritmo de Diamonds de Rihanna.

Por otra parte, en su vertiente más social, la película nos habla del rol de la mujer en un mundo conflictivo, lleno de tabúes y de normativa no escrita. Sciamma demuestra un fuerte compromiso al retratar los momentos de insumisión, de las intenciones de transcender y estar por encima de todos los estigmas sociales a los que se enfrenta el grupo de amigas. Todo esto se refleja muy bien en el momento en el que aparece la ex-miembro de la pandilla habiéndose rendido ante el arquetipo del que pretenden escapar: el de la madre asentada y responsable que vive habiendo asumido el rol que el mundo quiere que desempeñe. La película, con mucha inteligencia, rebaja el tono en este momento y nos lo muestra de manera sobria: otro reflejo de una realidad. El tratamiento sólo "vuela" cuando nos habla de las ilusiones, de la intención de arriesgar de las protagonistas. Una forma muy elegante de exponer su discurso.

Se ha hablado mucho de que la segunda parte de la película es algo más floja que la primera, y puede que con bastante atino. Marieme se aleja de su grupo de amigas y empieza una lóbrega etapa de su vida, relegada a trabajar para un traficante de drogas ladino y machista. El film pasa de reivindicar las ganas de transgredir unas normas a mostrarnos, de forma reposada, un intento desesperado por estar por encima de los juicios morales que nacen fruto de esa transgresión. Y aunque el discurso funciona, la narración de esta segunda parte puede resultar más confusa que la de la primera y quizás, algo carente de la fuerza de aquella hasta que llega el -brillante- final.

Aún con todo, Girlhood es un acercamiento muy recomendable a una perspectiva social, maravillosamente compensada con unas ideas universales muy interesantes sobre la adolescencia y la madurez. 


Francia, 2014. T.O.: Bande de Filles. Director: Cèline Sciamma. Guión: Cèline SciammaFotografía: Crystel FournierReparto: Diabate Idrissa, Rabah Nait Oufella, Tatiana Rojo, Karidja Touré, Assa Sylla, Lindsay Karamoh, Mariétou Touré, Idrissa Diabaté, Simina Soumaré, Dielika Coulibaly, Cyril Mendy, Djibril Gueye, Binta Diop, Chance N'Guessan, Damien Chapelle, Nina Melo, Elyes SabyaniProductora: Pyramide Distribution Duración: 112 minutos. Género: Drama. Adolescencia.

martes, 5 de mayo de 2015

Doble crítica: El francotirador


El orgullo de la nación 2: fascismo y demagogia

Por Pablo J. García


No, Fredrick Zolla no protagoniza está película. En su lugar tenemos a Bradley Cooper y a Cint Eastwood tras las cámaras en una peli que también habría complacido mucho a Goebbels.

Clint Eastwood se hizo famoso como actor por hacer papeles de tipo duro. Sin embargo, en su carrera como director, no tardó en labrarse otro tipo de imagen. Desde Primavera en otoño (1973), y cada vez más con el paso de los años, ha dedicado algunas películas a defender, y de forma brillante, valores como la igualdad, el perdón, el amor, la empatía o el pacifismo. Esta aparente contradicción anda en la línea de su filiación política, y es que aunque es archiconocido su apoyo al Partido Republicano (decreciente con el paso de los años pero permanente hoy en día), también defiende el control de las armas, el matrimonio homosexual o el derecho al aborto, y ha critica guerras como la de Corea o Irak. Sin embargo, el director que nos aleccionó elegante y humildemente con Cartas desde Iwo Jima (2006) o Gran Torino (2008), se ha olvidado por completo de la empatía y el pacifismo para dirigir un homenaje a Chris Kyle, soldado estadounidense que asesinó a un mínimo de 160 personas en la guera de Irak y que se ganó recibió el apodo de "Leyenda".

American Sniper (importante conocer el título original, pues resume muy bien el largometraje) tiene escenas de acción bien rodadas, algún plano destacable y trata con decencia el tema de los horrores a los que se tiene que enfrentar un soldado a su vuelta a casa, ese combate que sigue continuando. Aquí acaba lo único bueno de una película que incluso supera a Cuando éramos soldados (2002) en desfachatez. 

Por mucho que visiones la película desde una óptica antibelicista, lo cierto es que es una cinta que, aunque sea indirectamente, defiende la guerra de Irak, sirviéndose de la demagogia y el populismo como armas. Todo comienza cuando Chris Kyle, que parece un ingenuo, alguien que no es mal tipo, decide apuntarse a la guerra de Irak para "defender su país". Sin embargo, este enfermo disfrazado en la civilización es sólo una persona que busca una excusa para matar. De pequeño cazador de animales, de mayor no dudará en aprovechar la oportunidad para cazar humanos. En el transcurso del metraje se nos intenta convencer de lo bueno y justo que es Kyle vanagloriando constantemente un sentimiento: el cuidar de los amigos, de tus compañeros, incluso de los compatriotas que no conoces. Con esta excusa se intenta legitimar el comportamiento de Kyle, y por ende de todos los soldados americanos, incluso  a la hora de justificar asesinatos. Pero la verdad es que este sentimiento es una de las principales características del fascismo, y no puede tener cabida en otra ideología.

Estos defectos, sin embargo, son de corte político, por lo que puede haber gente a la que le haya gustado esta cinta bien ejecutada que por algo se ha convertido en un éxito de taquilla en Estados Unidos. No obstante, objetivamente no estamos ante un buen filme. El guión tiene más problemas que un homosexual en Texas. Haciendo  de la elipsis su arma principal, el ritmo es a veces tan elevado que aparecen personajes sin sentido y muchos acontecimientos se suceden rápido y sin explicación. Los personajes no son buenos ni están bien presentados (¿para qué decir que el antagonista es Sirio si no descubres más de su historia?). Además entra en tópicos tan manidos y sensacionalistas que el visionado termina resultando simplemente asqueroso. Se presenta a los "buenos" como portadores de la igualdad y la justicia y a los "malos" como demonios descendientes del averno. La dicotomización y la falta de empatía son tales que, más allá de alguna escena banal y poco efectiva, no se muestra el dolor de unas personas normales y corrientes que están sufriendo una guerra en la puerta de su casa . Es como si todos los irakíes viniesen de Mordor. Una película bélica digna debe ser antibélica, porque debe comprender la guerra y hablar de ella, de sus sentimientos, de sus consecuencias, y debe hacerlo con franqueza e inteligencia. El francotirador hace todo lo contrario. Olvídate de lo que viste en La delgada linea roja (1998), Platoon (1986) o Senderos de Gloria (1957).

El francotirador es un espectáculo barato, un ejercicio de demagogia, una película bélica miserable solo apta para militaristas, conservadores, cazadores y fascistas. Si eres de los que piensa que lo mejor que puedes hacer con una escopeta de perdigones es disparar a un animal, esta es tu película; si usas la cabeza para algo más que darle forma a tu cuerpo, entonces mejor que aproveches tu valioso tiempo con otra cosa. Puedes probar a darte cabezazos contra la pared, o aun mejor, si quieres ver una película bélica, reciente y competente, no lo dudes: Corazones de acero (2014). Incluso puedes probar con El único Superviviente (2013), cinta paralela a El francotirador que tiene todo de lo que ésta carece.




Debates confusos

Por Alba Varón


Un francotirador tiene la obligación de matar para salvar a los suyos, sea quien sea al que apunte por su diminuta mirilla. Es el dios de la escena, el amo y señor de la caza. Me quedo sin palabras ante la terrible recepción de la última película de Clint Eastwood El francotirador (American Sniper, 2014). Un patriota americano que después de alistarse en los SEAL (bajo un entrenamiento agresivo y destructivo) marcha a Irak para matar a los enemigos de EEUU.

El francotirador (2014) es de las mejores películas actuales de Clint Eastwood, que después de sus obras amenospreciadas Más allá de la vida (2010), J. Edgard (2011) o la desapercibida Jersey Boys (2014) y de haber llegado a sus cotas más altas en Sin perdón (1992), Un mundo perfecto (1993) o la genialidad de Millon Dollar Baby (2004), está siendo injustamente tachado de “fascista” por mostrar sin tapujos el punto de vista de un patriota americano en la guerra de Irak.

En El francotirador (2014) Eastwood nos muestra con maestría las firmemente asentadas convicciones morales de su protagonista principal Chris Kyle, el cual para nada es el héroe que muchos se han forzado a ver. Si el concepto de héroe norteamericano que tenemos en mente es el un hombre profundamente desequilibrado que mata a mujeres y niños, con la idea de defender su patria pululando por su mente, que se cree, sin pararse a reflexionar un momento, un perro pastor con el claro deber de defender a los suyos (aunque nunca esté con ellos en los momentos más importantes, que emborracha a su mujer para llevársela a la cama el primer día que la conoce y que termina excluido de la sociedad que lo ha utilizado como objeto para conseguir la victoria... Si ese es el concepto de héroe que manejamos, debemos revisar más a menudo el diccionario. 
En El francotirador lo que realmente se dice es que Chris Kyle era un héroe porque los que le rodeaban decían de él que lo era.

Algunos críticos estadounidenses como Noah Gittell («The Atlantic») indican que “la película levanta controversia porque revela la cultura de las armas en EEUU  y refleja nuestras profundas divisiones sociales al respecto”. El protagonista tiene una obsesión desde casi su nacimiento por las armas. Las convicciones por las que lucha y mata son tres: Dios, patria y familia. Desde bien pequeño, su padre lo ha educado en la violencia, en la dominación del débil a manos del más fuerte. Si prestamos un poco más de atención a lo que se nos presenta veremos a uno de los personajes de película bélica más vacío y solitario de los últimos años, mucho más que el humano sargento William James (Jeremy Renner) de la ganadora del Oscar En tierra hostil (2008). Clint Eastwood no rueda las escenas que Chris Kyle no quiere recordar, tampoco reflexiona sobre la vida de Kyle porque él tampoco desea reflexionar sobre ella. La Biblia, los recuerdos de niñez, sus convicciones y su habilidad para apuntar con un arma es lo único que tiene este héroe vacío para seguir viviendo. No hay que olvidar cómo se vuelve Bradley Cooper a la hora de retratar la escalofriante parsimonia con la que Chris Kyle mata. Durante el transcurso de la película nos topamos ante algunas de las escenas más terroríficas y escalofriantes del cine bélico que hemos tenido la oportunidad de ver en mucho tiempo.

Aunque todas estas escenas siempre se narran desde el punto de vista subjetivo del personaje, esto no quita que también se ruede la violencia de los estadounidenses a la hora de irrumpir en las casas de los irakíes en busca de datos para hallar a los enemigos más fuertes no es para nada una forma de ensalzar a los soldados. Ambos bandos están en guerra y por lo tanto ni uno ni otro reflexionarán a la hora de escoger a una familia como fuente de datos para sus fines, independientemente de las consecuencias.

Si bien el director respeta en todas las escenas la ideología del francotirador (que puede llegar incluso a compartir) quedó bien claro en el magnífico díptico Banderas de nuestros padres (2006) y Cartas desde Iwo Jima (2006) que el director no estaba a favor de la guerra, manifestando su aversión y sus consecuencias desastrosas. Debemos remitirnos a las palabras de Eastwood: “es la declaración más fuerte contra la guerra porque exhibe las consecuencias que tiene para un soldado y su familia [en cuanto al] trastorno postraumático que conlleva”.


La conciencia americana se tambalea ante películas como El francotirador. Interpretaciones que se presentan fáciles para aquellos que no se adentran en su verdadero dilema. La película es todo un juego de espejos contradictorios para los que se detengan a analizar algo que va más allá de su apariencia. 

Las grandes películas generan debate: ¿Quedará Chris Kyle en nuestra memoria como un héroe o como un patriota sin escrúpulos?


Estados Unidos, 2014. T.O.: American SniperDirector: Clint Eastwood. Guión: Jason Hall (Autobiografía: Chris Kyle)Fotografía: Tom SternReparto: Bradley CooperSienna MillerLuke GrimesJake McDormanKyle GallnerKeir O'DonnellEric CloseSam JaegerOwain YeomanBrian HallisayMarnette PattersonCory HardrictJoel LambertEric LadinMadeleine McGrawProductora: Warner Bros. / Village Roadshow / 22 & Indiana Pictures / Malpaso Productions / Mad Chance Productions Duración: 132 minutos. Género: BélicoDrama. BiográficoEjércitoGuerra de Iraq.

jueves, 30 de abril de 2015

La sombra del actor





Cuando la realidad supera a la ficción


A veces ocurre con las leyendas vivas que olvidamos que siguen entre nosotros. Me sucedió hace poco cuando vi el surrealista spot de Atresmedia en el que se anuncia el encuentro en el que participa Gorbachov: ¿pero este hombre sigue vivo? me pregunté, extrañada, y lo mismo me ha pasado con Al Pacino al enterarme de que iba a estrenar una nueva película: ¿pero sigue actuando? A pesar de ser admiradora suya, la verdad es que le había perdido completamente la pista. Por ello, consulté el buscador de Filmaffinity para ponerme al día y fue entonces cuando empecé a entender los motivos de su misteriosa desaparición: si repasamos su filmografía durante estos últimos años, hallamos poco más que un par de participaciones puntuales en comedias románticas como Una relación peligrosa (2003) y Jack y su gemela (2011) y numerosos intentos de volver a meterse en la piel de un tipo duro a través de papeles en películas de títulos tan altisonantes como mediocres: Apostando al límite (2005), Asesinato justo (2008), Tipos legales (2012)... Es por esto que pocos son los trabajos en los que ha colaborado Al Pacino en estos últimos años dignos de mención, exceptuando Descubriendo a John Cazale (2009), en la que es entrevistado con motivo del homenaje al actor que encarnó a Fredo, el eslabón más débil de los Corleone, y No conoces a Jack (2010), un telefilme que busco y disfruto de inmediato, aunque no sin antes percatarme de que el director es el mismo que el de La sombra del actor: Barry Levinson.

Este hecho, unido a su bajo presupuesto (la película fue rodada a lo largo de veinte días, buena parte de ella en la casa del propio Levinson), permiten colegir que se trata de un proyecto personal, llevado a cabo por un actor que no pasa por su mejor momento con la ayuda de un director que confía en él. Y, en efecto, baste ver la película para comprobar que Al Pacino, un apasionado del teatro, se emplea a fondo en esta adaptación de The Humbling (2009), la controvertida novela de Philip Roth en la que un actor, Simon Axler, sufre un bloqueo durante una actuación y se hunde en una terrible depresión, ingresando en una clínica para después aferrarse al ¿amor? de una lesbiana que bien podría ser su hija (o su nieta) para salir a flote, tanto a nivel profesional como personal, puesto que Simon es incapaz de separar el arte de la vida, de dilucidar entre la realidad y la ficción, como el propio espectador en las escenas finales.

Así, La sombra del actor, que Enric Albero ha calificado de “la cara B humilde ese single grandilocuente que es Birdman (2014)”, nos sitúa de nuevo frente a un actor a la deriva que ha sido fagocitado por el personaje que interpreta. Pero hay que evitar caer en la simplificación: no obstante su estructura en apariencia caótica y alguna escena que se diría cortesía de Iñárritu -esa en la que Simon ruega al portero del teatro que le deje pasar, intentando convencerle de que es el actor principal, para ser más precisos- La sombra del actor goza de entidad propia, en parte gracias a un brillante uso de la ironía y la comicidad que realza el componente dramático de la obra al mismo tiempo que rebaja la gravedad de la acción cuando esta corre el riesgo de sobrecargarse, manteniendo el ritmo a raya.

Dicho esto, es preciso subrayar la minuciosidad con la que Levinson plantea la relación entre el teatro y la vida, anticipada en la escena de apertura, donde una mano de pulso inestable graba a Simon recitando el segundo acto de Cómo gustéis, de Shakespeare (“All the world’s a stage, and all the men and women merely players…”) frente al espejo. De este modo, los personajes que rodean a nuestro protagonista conforman todo un abanico de figurantes que interpretan papeles que se han autoasignado: la compañera del sanitario mental, completamente perturbada, metiéndose en la piel del que podría haber sido el Bruno de Patricia Highsmith en Extraños en un tren, Greta Gerwig decidiendo ser una mujer “plenamente heterosexual” y dando rienda suelta a su fantasía infantil con el amigo de sus padres, Dianne Wiest creyéndose Sally Jupiter en Watchmen y encasquetándole al lastimoso protagonista el papel del Comediante… En fin, todos, tan histriónicos que en ocasiones confunden al propio Simon, ansían ser los protagonistas de la obra del siglo con sus pequeños dramas personales.

Por último, es de notar la excelente actuación de Al Pacino, capaz de oscilar entre una amplia variedad de registros con el fin de (re)interpretarse a sí mismo en tanto que juguete roto de la industria del cine, como ya hizo Gloria Swanson en El crepúsculo de los dioses (1950), de Billy Wilder. De esta manera, nuestro actor provoca a través de la asunción de la derrota por parte del personaje al que da vida su resurgir fuera de la pantalla ante los ojos del espectador, que no puede sino rendirse ante un final soberbio. En efecto, el Al Pacino maduro y consciente de su decrepitud que nos muestra La sombra del actor es el Al Pacino más exuberante y lleno de vida que hemos tenido la ocasión de apreciar en años, paradójicamente. Es por este motivo, principalmente, por el que merece la pena el visionado de esta modesta película, incluso (o, precisamente, en especial) para los escépticos de Birdman, entre los que me incluyo.



Estados Unidos, 2014. T.O.: The HumblingDirector: Barry LevinsonGuión: Buck Henry, Michal Zebede (Novela: Philip Roth)Música: Marcelo Zarvos, The Affair. Fotografía: Adam JandrupReparto: Al Pacino, Greta Gerwig, Dianne Wiest, Kyra Sedgwick, Charles Grodin, Dylan BakerProductora: Millennium Films / Ambi Pictures / Hammerton Productions. Duración: 112 min. Género: Drama. Teatro.

miércoles, 29 de abril de 2015

Felices 140



Puras carroñas
Por Alba Varón.


¿Pero qué clase de personas/amigos somos? Primera de las preguntas que plantea Felices 140, de la directora madrileña Gracia Querejeta. A esta debería sumarse otra ¿por qué la película que todo el mundo vende como el reflejo de la crisis española no me ha convencido?

Reparto de lujo en una película española: parada cinéfila obligada. ¿Qué mejor plan para el día de Santa Faz mientras todo el mundo en Alicante está por ahí de parranda resguardándose del diluvio del siglo? Uno de mis mejores amigos me comenta que quiere (se obcecó) verla para apoyar al cine español (disgustado por el éxito de taquilla de la nueva entrega de “Fast and Furioust 7”). En seguida me uní al plan.

Siguiendo la temática de “las bazofias humanas en que nos convertimos cuando vemos más de dos euros juntos” que comenzó el blog con la crítica El Capital Humano, intento de reflexión sobre los inicios de la crisis europea en Italia, Gracia Querejeta nos presenta Felices 140. Con un planteamiento más relamido que llamativo que explotó el mítico Carlos Saura magistralmente en La caza: reunión de viejos amigos que le dejan claro al espectador que sus vidas son tan tristes que ni ellos mismos se quieren dar cuenta.

Durante la primera media hora la película funciona. Todo es extrañamente idílico, muy colorido, si el niño (Marcos Ruiz) no estuviera enamorado platónicamente de su tía (Maribel Verdú) y a esta señorita, después de ganar un pastón al Euromillón, no le hubiera dado la neura de ¿alquilar? un pedazo de chaletorro con despensa más vino caro incluido.
Entre el champán, las vistas, todos los amigos tomando el sol en la piscina y esa típica amiga pesada (Paula Cancio) que todos tenemos en algún grupo, sí, esa que habla siempre de sí misma y que lo que necesitaría es que le metieran un gran tapón de corcho en la boca, pues como que te entretienes. La presentación de los miedos y frustraciones de los personajes se maneja con pulso. Después de que se desvele el verdadero motivo de la reunión las máscaras se van cayendo poco a poco y a todos los que parecía que les iba muy bien en la vida atacan como hienas despiadadas a la endeble e inestable nueva rica. Drama servido.

Cuando todo está empezando a dar un poco de angustia ocurre algo inesperado de la forma más tonta que uno pueda imaginarse. Los personajes van mostrando su verdadera cara y todo adquiere un tono cínico. Las excelentes interpretaciones de Antonio de La Torre y la hermosa Marian Álvarez, merecedora del papel protagonista, no pasan desapercibidas. Interpretaciones que no pueden cubrir esos nada creíbles vuelcos que da la historia. El guión se camufla en la idea de que estamos frente una comedia negra ante la cual toda brusquedad está permitida. Más bien comedia absurda diría yo. Ni mi canario Pepito se creería el final, pero una se lo toma a risa mientras escucha, ya en la salida, decir a mi amigo: “Oh, me ha encantado, a esta le casco yo un ocho en Filmaffinity”. Uno de los aciertos de la película es utilizar la técnica narrativa del flashback desde su comienzo permitiéndonos sacar nuestras propias conclusiones sobre si el dinero nos proporciona esa utópica felicidad.

No estoy de acuerdo con los que dicen que Felices 140 es un fiel reflejo de la crisis. Da igual en el momento de nuestra vida en el que nos encontremos. Da igual si vivimos una de las mejores épocas de bonanza económica o no. Aunque nos hayan inculcado (a mí no, estudié en un colegio de monjas) que el dinero no es lo más importante, sabremos que allá donde esté el “vil metal” tendrá una legión de seguidores hambrientos y babosos que le harán un altar, le venerarán y le prometerán fidelidad tanto en la vida como en la muerte. Pero eso sí, carroñeros, todo quedará en familia.


España, 2015. T.O.: Felices 140Director: Gracia QuerejetaGuión: Santo Merceo y Gracia QuerejetaMúsica: Feredrico JusidFotografía: Juan Carlos GómezReparto: Maribel Verdú, Antonio de la Torre, Marian Álvarez, Eduard Fernández, Nora Navas, Gines García Millán, Paula Canci, Marcos RuizProductora: Foresta Film y Tornasol Films. Duración: 98 min. Género: Drama. Comedia negra..



domingo, 26 de abril de 2015

El último lobo



Homo homini lupus
Por Pablo Redondo.


Basada en el best seller semi-autobiográfico del escritor Lü Jiamin, que firmó bajo el seudónimo Jiang Rong, la nueva película de Jean-Jacques Annaud, El último lobo, nos traslada a la estepa mongola en plena Revolución Cultural de Mao Zedong, cuando un gran número de estudiantes fueron enviados a las zonas rurales a educar a los pastores nómadas. En este film del veterano director francés, del que muchos recordarán títulos como El nombre de la rosa o Enemigo a las puertas, vuelve a estar presente el tema de la relación del ser humano con la naturaleza, como sucedía en Siete años en el Tíbet o En busca del fuego, centrándose especialmente en el reino animal, como también hacía en El oso o en Dos hermanos. En esta ocasión, el protagonista es el lobo de la estepa, ya no sólo como personaje, también como símbolo de una realidad cultural, pues la forma de vida de la comunidad de pastores que habita estas tierras, cuyos preciosos paisajes son magníficamente retratados por el director de fotografía Jean-Marie Dreujou, depende de un equilibrio natural en el que la manada de cánidos que habitan la zona resulta ser imprescindible. El régimen de Mao Zedong, que pretende someter al pueblo nómada a la revolución cultural, intentará exterminar a la manada de lobos, perturbando así el equilibrio natural de la estepa, en el que se sustenta la cultura de esta comunidad de pastores. De esta forma, la historia de la tribu se convierte en este film en un mecanismo para denunciar, por una parte, el sometimiento del régimen y, principalmente, la falta de sensibilización del ser humano por el medio natural en el que vive. Esta cruel lucha del hombre contra el lobo, y en definitiva contra la naturaleza, es narrada por Jean-Jacques Annaud con un gran sentimiento animalista, poniendo de manifiesto la insensibilidad y crueldad humana en escenas que, apoyándose en la potente banda sonora de James Horner, hacen que a uno se le encoja el corazón. No obstante, pese a que esta fábula de sentido ecologista esté ambientada en el régimen comunista chino de los años 60, su denuncia es extrapolable a cualquier sociedad, sin importar el lugar ni la época, pues en la historia de nuestra especie el conflicto entre grupos sociales siempre ha estado al orden del día, así como el sometimiento irracional del medio ambiente para la obtención de fines humanos. Sin embargo, pese al encanto de su entramado, el film carece de profundidad en el tratamiento socioambiental del problema, al igual que le sobran algunos elementos, como la forzada y anodina historia de amor que intenta insertar o los innecesarios planos en tres dimensiones que, al fin y al cabo, lo único que consiguen es encarecer el precio del visionado en las salas.

China, 2015. T.O.: Wolf Totem. Director: Jean-Jacques Annaud. Guión: John Collee, Lu Wei, Jean-Jacques Annaud. Música: James Horner. Fotografía: Jean-Marie Dreujou. Reparto: Feng ShaofengShawn DouAnkhnyam RagchaaYin ZhushengBasen ZhabuBaoyingexige. Productora: Coproducción China-Francia; China Film / Beijing Forbidden City Film / Reperage. Duración: 121 min. Género: Aventuras. Drama.

jueves, 23 de abril de 2015

El capital humano



En nombre del liberalismo



El concepto de capital humano hace referencia a la riqueza que se puede tener en una fábrica, empresa o institución en relación con la cualificación del personal que allí trabaja. En ese sentido, el término capital humano representa el valor que el número de empleados (de todos los niveles) de una institución supone de acuerdo a sus estudios, conocimientos, capacidades y habilidades. 
                                                                                               (desde Definición ABC)



Casi nada. Paolo Virzì apunta alto, muy alto, con esta película, pero el resultado queda muy lejos de esa brillantez a la que aspira. Sirviéndose de un acontecimiento traumático (el atropello de un ciclista) consigue enlazar tres miradas que corresponden a tres personajes de clases sociales distintas. De este modo, el entrecruzamiento de los diferentes puntos de vista nos va descubriendo las claves de una despiadada trama que va más allá del esclarecimiento de las causas del accidente, reflejando la corrupción de una sociedad en la que el dinero se ha erigido como dueño y señor de nuestras vidas.

Hasta aquí, todo bien: un retrato coral que apuntala una historia sin duda interesante, en la que el espectador podrá identificar sin dificultad el universo Berlusconi y la crueldad de los tiempos que corren. No obstante, quizás sea este su problema: los personajes se presentan como arquetipos al servicio del mensaje de la película, a pesar de que las interpretaciones, en su mayoría, sean correctas, cuando no magníficas. Pero los personajes jóvenes parecen sacados de una serie mala, en ningún momento entendemos qué hace la psicóloga con el patán de su marido, muy mal definido, y el personaje al que interpreta Valeria Bruni en ciertos momentos roza lo caricaturesco. El único que se salva es el de Giovanni Bernaschi, no tanto por la interpretación de Fabrizio Gifuni como por su coherencia: allá donde hace acto de presencia, se impone su personalidad pragmática y utilitarista de tiburón de las finanzas.

Por lo demás, el tono melodramático que adopta la película conforme avanza desvía su mensaje, despista al espectador. El amorío que protagoniza Matilde Gioli, a la altura de Física o Química, aburre y cansa, al mismo tiempo que precipita un final que, admitámoslo, no es digno de la película. De este modo, el contundente mensaje que se perfila en sus inicios acaba diluido en un mar de pasiones adolescentes que ahoga toda reflexión. Una lástima.


Italia, 2014. T.O. Il capitale umano/ Human CapitalDirector: Paolo Virzì. Guión: Paolo Virzì, Francesco Bruni, Francesco Piccolo (Novela: Stephen Amidon) Música: Carlo Virzì.  Fotografía: Jérôme Alméras, Simon Beaufils. Reparto: Valeria Bruni Tedeschi, Fabrizio Bentivoglio, Valeria Golino, Fabrizio Gifuni, Luigi Lo Cascio, Giovanni Anzaldo, Matilde Gioli. Productora: Coproducción Italia-Francia / Indiana Production CompanyDuración: 109 minutos. Género: Drama. Familia. Crisis económica actual. Historias cruzadas. Drama psicológico.