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jueves, 9 de julio de 2015

Conducta


Cuba sí, Nixon no
por Laura Montesinos

"Cuba sí, Nixon no", la canción de la discordia. Y es que resulta que esta canción (todo un manifiesto político a favor de la revolución cubana y una crítica a la política de los republicanos estadounidenses de la época) no se introdujo en el último disco de Simon & Garfunkel, “Bride Over Troubled Water” (1970), debido a los continuos roces entre los integrantes del dúo, pues uno de ellos quería meterla y el otro pasaba de tanto politiqueo, lo que acabó disolviendo la banda un año más tarde. Total, un drama; musical y universal, pero un drama.

Hecho este paréntesis (para mi necesario), y centrándonos ahora en lo estrictamente cinematográfico, a todos nos gusta disfrutar de un buen drama en pantalla. Y llorar de emoción, aunque lo neguemos. Somos humanos y eso lo llevamos en el ADN (o eso dicen). Quizá muchos prefiramos la soledad de nuestro cuarto para mostrar ese tipo de sentimientos, quizá seamos más de los que nos pasamos todo eso por el forro y disfrutemos avergonzando a nuestro compañero de butaca con una buena llantina. Pero el caso es que todos lloramos si una película nos conmueve, y lloramos mucho más si esta es protagonizada por niños dejados de la mano de Dios con maestras súper heroínas con tres pares de narices cuyas convicciones morales dejarían seco al propio Che Guevara. El caso es que ese tipo de pequeños trucos toca-fibra muchas veces no funcionan. Quizá por falta de credibilidad en las interpretaciones o, muchas más veces, por falta de honestidad en lo que se cuenta [véase Precious (Lee Daniels, 2009) como ejemplo antagónico que roza el esperpento]. Sin embargo, Ernesto Daranas sabe lo que se hace con Conducta y nos lo muestra de la mejor manera posible: sin cortapisas, sin caer en la sordidez más despreciable en la que caen muchos cineastas al utilizar el recurso barato de la lágrima fácil. Hablamos de sensibilidad, no de sensiblería.

Es cierto que Conducta cuenta una historia que podemos considerar trillada, manida, resobada en ese aspecto. Todo ya nos lo han contado antes: niños provenientes de los entornos más marginales posibles, un ambiente familiar hostil y difuso, y “algo” o “alguien” que aparece en ese mar de incertidumbre como bote salvavidas cuando ya todo parecía perdido. Me parecen sorprendentes las similitudes (no solo ya en el cartel) entre el Billy Casper de Kes (Ken Loach, 1969) y el protagonista de Conducta (maravillosamente interpretado por Armando Valdés Freire). Realizada esta matización, hay que añadir que Conducta nos habla de la importancia de la educación (que sabemos es uno de los grandes emblemas de la revolución castrista) y del hastío de un pueblo asfixiado por un sistema que les impide avanzar; porque recordemos que la cinta es un retrato de la Habana Vieja, la Habana más pobre, esa que forma parte de la hermosa isla caribeña de calles sin asfaltar y coches de otra época, en la que un niño de once años llamado Chala tiene que lidiar con una madre toxicómana, un padre ausente y una vida familiar escasa, por no decir nula. Evidentemente, la escuela de conducta (eufemismo utilizado para referirse al reformatorio de toda la vida) es la mejor opción. Pero ¿para quién? Esa es la gran pregunta que plantea Carmela (extraordinaria actuación de Alina Rodríguez), la veterana maestra de nuestro niño protagonista que se opondrá a su ingreso aún a riesgo de jugarse el puesto. Y es que Chala se merece una oportunidad como todo hijo de vecino. Es una víctima de las circunstancias, ella lo sabe y nos lo repite hasta la saciedad, a nosotros y a quien se le ponga por delante.

La película es fiel reflejo de esa realidad cubana presa de una legislación arbitraria y restrictiva que se ampara en un socialismo equivocado repleto de prohibiciones y tabúes. Interesante invitación a la reflexión la escena en la que Yeni, compañera y primer amor de Chala, coloca una estampita religiosa en el mural político del aula provocando un tremendo tira y afloja entre nuestra querida Carmela y los demás burócratas rastreros, que la invitan (obligan) a quitarla, respondiendo ella fielmente a sus principios revolucionarios cual china en el zapato: lo que pasa es que [la estampita] tiene que irse con la misma naturalidad con la que llegó. ¡Dejen de forzarlo todo y hacer difícil lo fácil, señores! Las cosas entran y salen mejor sin presión (leo entre líneas).

Con todo, Conducta es una película atrevida, dura, inspiradora, que bebe de ese cine social que revolucionó la cinematografía cubana en los noventa [Fresa y Chocolate (Tomás G. Alea & Juan Carlos Tabío, 1993)] y que llena el vacío que deja la propaganda oficial. Muy recomendable. Y sí, en todas partes hacen falta muchas Carmelas. 


 Cuba. 2014. T.O.: Conducta. Director: Ernesto Daranas. Guión: Ernesto Daranas. Fotografía: Alejandro Pérez. Productora: Latino Films/ICAIC. Reparto: Armando Valdés Freire, Alina Rodríguez, Silvia Águila, Yuliet Cruz, Amaly Junco, Armando Miguel Gómez. Duración: 108 minutos. Drama. Infancia. Colegios & Universidad. Enseñanza. Drama social.

viernes, 5 de junio de 2015

Återträffen (The Reunion)


En la invitación decía: “Es una fiesta”
por Laura Montesinos.


Una reunión de antiguos ex compañeros de clase le sirve de premisa a la sueca Anna Odell para dar rienda suelta a su particular venganza personal contra un terrible pasado de acoso escolar con sobrados tintes autobiográficos. De esta guisa comienza la cinta.

Pongámonos ahora en antecedentes. Anna Odell es más conocida en Suecia por ser una polémica artista cuyo proyecto de fin de carrera, allá por el año 2009, consistió en fingir un estado psicótico en plena calle para que la ingresaran en un hospital psiquiátrico, donde la ataron a la cama y la sedaron con psicofármacos. La finalidad de la performance, según cuenta ella misma, consistía en debatir cuánto se pueden forzar los límites de lo ético en nombre del arte. Conseguida o no la finalidad, trascendencia pública tuvo el numerito en Suecia.

The Reunion (Suecia, 2013) su debut cinematográfico y que ella misma escribe, dirige y protagoniza, sigue plagado de polémica. Dividida erróneamente en dos mitades (os invito a adivinar por qué), el trabajo de la sueca explora la idiosincrasia del comportamiento humano y la forma en que determinados actos cristalizan en dinámicas de poder destructivas.

Una obra de diabólico trasfondo social con personajes bien perfilados en sus roles de manipuladores y manipulados, que ahonda sobre hechos que suceden a diario y que la mayoría preferimos obviar, o al menos no hablar de ello, porque nos desagradan demasiado. Un retrato afilado sobre la hipocresía social y los traumas que se ocultan bajo la superficie de la piel, que logra violentar al espectador y revolver su conciencia a golpe de discurso. 

Es de destacar la impresionante escena inicial en la que Anna saca a relucir mediante una estudiada e incisiva parrafada que dejaría sin aliento al propio Haneke, todos los trapos sucios de su etapa escolar ante la perplejidad de los asistentes a la fiesta, repartiendo a diestro y siniestro puñaladas de realidad de la manera más cívica y aterradora posible, y provocando una especie de amnesia colectiva en la que ninguno quiere aceptar ni recordar lo que hizo. Un derechazo tras otro de crueldad marca Solondz (Welcome to the Dollhouse, Happiness, Storytelling) con olor a chamusquina, filmado con pulso firme y que necesariamente evoca el Festen de Vinterberg, aunque en clave amateur.

La cinta funciona como una imparable máquina engrasada los primeros cuarenta minutos pese a la artificiosidad de algunos diálogos. Después, coincidiendo con la segunda mitad, pierde toda esencia. 


Suecia. 2013. T.O.: Återträffen. Director: Anna Odell. Guión: Anna Odell. Música: Laurie Anderson. Fotografía: Ragna Jorming. Productora: French Quarter Film. Reparto: Anna Odell, Sandra Andreis, Kamila Benhamza, Anders Berg, Erik Ehn, Niklas Engdahl, Per Fenger-Krog, Robert Fransson, Sara Karlsdotter, Henrik Norlén, Cilla Thorell, Malin Vulcano. Duración: 88 minutos. Drama. Acoso escolar. Cine dentro del cine.

jueves, 16 de abril de 2015

Mommy



Born to "Die" (Nacido para "Die")
por Laura Montesinos.


Después de que su ópera prima (J'ai tué ma mère) estableciera una declaración de principios de lo que iba a ser su posterior cine, con Mommy (Canadá, 2014), Dolan ha conseguido canalizar toda esa frustración post-adolescente de su primer largometraje y madurar el tema más recurrente en su filmografía: la figura materna, la cual le obsesiona y fascina a partes iguales.

De este modo, y con una solemnidad casi bíblica, realiza un estudio pormenorizado de la relación de dos seres humanos (madre e hijo/Die y Steve) inestables emocionalmente y que chocan con una terrible pasión y virulencia que pone al espectador los pelos de punta. Y luego, de la misma manera que abre la caja de pandora de las emociones más profundas, consigue desplegar todo un muestrario de buenas intenciones que nos hace empatizar con los personajes, nos engaña, nos hace amarlos, llorar y reír con ellos al son de un maravilloso soundtrack que hilvana la película de principio a fin. 

Y es en ese preciso instante cuando aparece en escena Kyla, la misteriosa vecina que observa desde su ventana a modo de espectador externo a la trama la extraña relación madre-hijo, sin censura, rayando en ocasiones lo incestuoso, y se engancha a ellos como lo hacemos nosotros. Porque Die y Steve tienen ese poder magnético que únicamente tienen algunas fuertes personalidades. Y cuando nos damos cuenta de todo esto ya es demasiado tarde: hemos caído en la trampa anímica del director. Y nos importa bien poco el encuadre claustrofóbico en que está grabado el filme. Y sin quererlo (o queriendo), entramos en el juego de la vida, de las relaciones humanas, de los sentimientos contrapuestos, de las tardes en bicicleta por las calles de Quebec, de las risas cómplices de sus protagonistas; y descubrimos, a fin de cuentas, que seguimos vivos.

Y junto a Kyla, nos vamos de viaje con ellos, aceptamos sus normas y dejamos atrás, aunque por unas horas, una vida que, en su caso, lo único que le provoca es un acentuado tartamudeo. Y la pantalla vuelve a hacerse grande y se respira libertad. Y corremos. Y jugamos. Y vemos el mar. Y es todo lo que se puede decir de tres personas que, a modo de ménage à trois, exploran sus más primarios instintos, equilibrándose y complementándose de la manera más extraordinaria. Pero, como en cualquier historia de excesos, ese extraño y frenético equilibrio terminará cayendo si cae alguna de sus partes, como si ante un frágil castillo de naipes nos encontrásemos. Y es ahora cuando les toca a ustedes decidir si aceptan o no el reto. Pasen y vean. 


Canadá. 2014. T.O.: Mommy. Director: Xavier Dolan. Guión: Xavier Dolan. Música: Eduardo Noya. Fotografía: André Turpin. Coproducción: Canadá-Francia: Metafilms. Reparto: Anne Dorval, Antoine-Olivier Pilon, Suzzanne Clément, Alexandre Govette, Patrick Huard. Duración: 139 minutos. Drama. Familia. Distopía.