¡Qué viva la monogamia!
por Daniel Molina.
Precisamente, el centro sobre el cual orbita el relato no es otro que Amy (encarnada por la propia Schumer, que vuelve a demostrar su incontinencia corporal y su descaro ante la cámara), la mayor de dos hermanas antagónicas en su concepción de la vida conyugal. Además de su aversión al compromiso, su exacerbada verborrea plagada de sarcasmo incompasivo la define como la antítesis del personaje que debería protagonizar una película como esta. Quizá por ello sea tan previsible como inevitable la aparición de Aaron Conners (un Bill Hader más contenido que en su paso por SNL, pero igualmente brillante), un médico deportivo transparente y cuya unidimensionalidad pasa desapercibida gracias al desborde de personalidad de la protagonista.
Partiendo de esta base, expuesta en un hilarante prólogo, ideal para entonar el posterior desarrollo de la película; el guión demuestra lucidez en su capacidad de construir una narración orgánica, que aúne la evolución de los personajes con los numerosos y acertados gags, interpretados con la libertad inherente que Apatow otorga a sus actores.
Tal vez la historia naufrague en la aparición de ciertos personajes que no terminan de encajar y quedan en el intento, más bien fallido, de adornar al personaje encarnado por Hader o peque de ingenua en ciertos puntos, supeditando la credibilidad a cumplir la expectativa. No obstante, me quedo con el golpe en la mesa que supone para Schumer en la gran pantalla, un acierto más en la cuenta de un
director en boga y sin aparente fecha de caducidad.
Estados Unidos. 2015. T.O.: Trainwreck. Director: Judd Apatow. Guión: Amy Schumer. Fotografía: Jody Lee Lipes. Producción: Judd Apatow. Reparto: Amy Schumer, Bill Hader, Brie Larson,
Vanessa Bayer, Colin Quinn,
Tilda Swinton, John
Cena. Duración: 125
minutos. Comedia. Drama. Comedia dramática.
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